jueves, marzo 28, 2024

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EDITORIAL: De traidores y genuflexos

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Por Horacio Castelli

La semana pasada volví a escuchar la palabra «traidor», en boca de un dirigente político refiriéndose a «compañeros» de ideología, pero que no siguieron los «mandatos» surgidos de la horizontalidad.

Es trágico y a la vez, cómico escuchar este tipo de definiciones en pleno Siglo XXI, donde supuestamente, el transcurrir varios años en democracia seríamos maduros ante las posturas que se oponen a nuestro pensamiento.

Creerse el dueño de la verdad revelada, adjetivar negativa e irrespetuosamente hacia otro que no piensa igual, determina, sin dudas, la poca capacidad política de quien lo expresa.

Desgraciadamente, entre los políticos argentinos en todos los niveles (nacional, provincial o local), se hace costumbre culpar a los demás por los errores o derrotas propias.

Que los kirchneristas de La Campora, culpen a las huestes de Randazzo por la derrota de Daniel Scioli es negar el mensaje de la sociedad.

Por otra parte, si una parte importante del Frente para la Victoria, no acompañó a Scioli y luego a la candidatura a senadora de Cristina Fernández fue porque no se sintieron representados.

En una democracia cualquier ciudadano tiene el derecho de presentarse como candidato a cualquier categoría que lo desee y a Randazzo, el gobierno de ese momento encabezado por Cristina Fewrnández y La Campora no le permitió presentarse en una interna.

Durante todos los años de gobernador, a Daniel Scioli, lo atacaron desde la Casa Rosada permanentemente y lo obligaron a tomar decisiones contrarias a los intereses de los habitantes de la Provincia de Buenos Aires.

¿Se creyeron que esto iba a ser gratis para siempre? ¿Que los habitantes de la provincia se iban a quedar cruzados de brazos mientras las inversiones se realizaban mayoritariamente en el sur del país?

Todos los votos que se trasladaron del 54% logrado por Cristina Fernández en el 2011 a otras fuerzas fue por culpa del Randazzismo. Como mínimo es una visión pobre de la realidad.

Detrás de la categorización de traidores, se esconde en realidad, una sobre actuación para que los dirigentes nacionales los escuchen.

Con esta actitud desean posicionarse por sobre otros políticos con capacidades superiores, y que no se arrodillan, ni peregrinan por un puestito o cargo.

Los verdaderos dirigentes no son traidores, son personas con convicciones firmes, que no necesitan pedir ayuda para formar una lista, logran acompañamiento popular por su trabajo y no por las bendiciones que recaben a 500 kilómetros.

Y lo más triste, es que los políticos que acusan de traidores a otros, son los primeros que se desentienden de las necesidades de su comunidad, porque si sus jefes políticos les exigen apoyar medidas «necesarias» para el gran proyecto general que perjudican a sus conciudadanos, lo aceptan.

¿Eso no se llama traicionar las necesidades de los habitantes de su distrito? Yo mismo lo respondo, con un contundente !SI¡

Para crecer como político se necesita menos genuflexión y más trabajo en serio, en favor de la comunidad a la cual pertenecen.