jueves, abril 18, 2024

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OPINIÓN: La ley de medios gráficos, una deuda pendiente

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Por Florencia Abelleria – Carla Laviuzza

Las revistas culturales, independientes y  autogestionadas cumplen una función social básica que es nada más y nada menos la de pluralizar la palabra y garantizar la libertad de expresión. Diversas, heterogéneas y federales, somos muchas y queremos una norma que nos ampare.

A partir de la aprobación en 2009 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en Argentina, se generó en el ámbito de la comunicación un cambio de paradigma. ¿Por qué decimos esto? Primero, porque se vio la necesidad de desmonopolizar la propiedad de los medios de comunicación para diversificar las voces; y segundo, porque se comenzó a pensar a la comunicación como un derecho humano, y no como un negocio.

Con la sanción de la ley mencionada, los medios gráficos culturales, autogestionados e independientes vieron propicio el contexto para presentar un proyecto de ley que las reconozca y visibilice.

Entonces, con el objetivo de pelear por unas condiciones de mayor igualdad frente a los medios comerciales, en abril de 2011 se conformó la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA), que logró nuclear más de 320 publicaciones a nivel nacional.

«Hace un tiempo empezamos a notar la importancia que significa poder encontrarse con otras revistas para hacer cosas juntos y no andar llorando por separado sobre la fragmentación social y los problemas del individualismo», explicó Sergio Ciancaglini, integrante de la Cooperativa lavaca y editor de Periódico MU.

El proyecto de Ley de Fomento para la Producción Independiente y Autogestiva de Comunicación Cultural por Medios Gráficos y de Internet fue presentado por el diputado nacional Jorge Rivas ante la Cámara Baja el 14 de mayo de este año y actualmente está siendo tratado en las comisiones.

Los puntos más importantes del proyecto son tres:

– Desgravación impositiva. Para contextualizar esta medida es necesario remontarse al 2001, cuando desde los medios comerciales presionaron al gobierno de De la Rúa para que las revistas pagaran IVA.

Claramente esta maniobra no era para beneficiar al Estado, sino a las propias corporaciones que de esta forma evitaban descargar los débitos fiscales que acumulaban por sus otros negocios. En ese entonces se negoció un IVA del 10,5 % para las revistas, impuesto que hoy buscan suprimir para poder lograr emprendimientos sustentables económicamente.

– Creación del Fondo Nacional de Desarrollo. En este punto se plantea la necesidad de crear un ente que otorgue subsidios equivalentes al 20% del presupuesto de la pauta oficial para que sean destinados a inversiones productivas.

– Protección de los derechos de libre circulación. Con esto, se apunta a la difusión y circulación de los productos culturales. Propone que desde los Ministerios de Cultura y Educación se destinen fondos para la compra de lotes sustanciales de cada revista, con el objetivo de hacerlas circular por bibliotecas escolares y públicas de todo el país.

(Des)igualdad de oportunidades

Las revistas culturales autogestivas, siendo las que menores ingresos tienen, se encuentran en una verdadera desventaja frente a los medios gráficos comerciales. Por empezar, desde que Clarín y La Nación se apropiaron de Papel Prensa durante la última dictadura militar, la producción de papel se monopolizó beneficiando a «los grandes» que pagan por éste la mitad respecto de la prensa escrita.

Esto incide en que las revistas autogestionadas no puedan acumular stock para evitar ser víctimas de los aumentos inflacionarios del precio del papel. También los circuitos de distribución y venta están armados de una determinada forma en que los grupos concentrados salen beneficiados en términos monetarios.

Históricamente el circuito se organizaba de manera tal que entre el representante, los camiones distribuidores y el kiosquero o canillita se quedaban con el 50% del precio de tapa. Luego, los medios comerciales cambiaron su lógica y desfiguraron el sistema.

«El negocio ya no era vender, sino publicitar. Un diario Clarín que el día sábado tenía un 60% de contenido publicitario y apenas un 40% de contenido periodístico, ¿quién lo iba a comprar? Pero necesitaba que lo lleven, lo exhiban, y vuelva.

Y eso de llevar y traer no deja nada de dinero, ni al recorrido ni al canillita», explica Claudia Acuña, presidenta de AReCIA e integrante de Periódico MU.

A todo esto, los problemas se profundizaron: empezaron a quebrar los recorridos de los cuales Clarín compró -a precio vil- tres de los trece; y compró también unos 300 kioscos de la capital a raíz de su endeudamiento.

Por eso se vuelve necesaria esta ley que apoya la verdadera pluralidad de voces. No hay que dejar pasar el hecho de que los medios de comunicación se han ido fortaleciendo con el correr de los años hasta transformarse en los actores sociales más poderosos que inciden sobre la opinión pública.

Por lo tanto, su homogeneidad atenta contra la verdadera democracia y libertad de expresión. El proyecto de ley se planteó a partir de la necesidad de reconocer a la edición de la cultura independiente y autogestiva como un actor que durante mucho tiempo ha sabido comunicar, aún en momentos de crisis, lo que otras voces silenciadas tenían -y tienen- para decir.

Asimismo, también se busca saldar la responsabilidad que la Ley de Servicios Audiovisuales debería haber asumido con el sector que omitió a las publicaciones gráficas y de Internet, canales por los cuales esa misma ley fue discutida y defendida.

Su aprobación implica no sólo reafirmar un debate saldado como sociedad que ya eligió qué tipo de comunicación quiere, sino también replantearse dónde se destinan los recursos del Estado.

Tal como plantea Acuña: “No se puede tratar a todo el mundo igual si no somos todos iguales, porque es una injusticia: así, el que es más pobre, no llega nunca. El brazo del Estado tiene que ser más largo para aquellos que están más lejos, más lejos por capacidad económica o geográficamente, a esos hay que ayudar”.

Con el fin de alentar el crecimiento de las revistas autogestionadas e independientes, AReCIA conformó nodos en distintos puntos del país: Córdoba, Tucumán, Misiones, La Plata, Mendoza, Mar del Plata y Patagonia descentralizando y avanzando en la conformación de una comunicación federal en Argentina.

Las revistas culturales, independientes y autogestivas tradicionalmente han expresado distintas voces y realidades, conscientes de que la comunicación es una herramienta para el cambio social, implicando una opción frente al discurso dominante.

Bajo el lema “las revistas culturales no se venden porque vos nos bancás”, estas publicaciones sobreviven por su vínculo con los lectores. Son muy pocas las que tiene pauta oficial o se sostienen con publicidad.

Detrás de las revistas se construyen redes, organizaciones y espacios sostenidos desde la autogestión y mediante el compromiso con distintos actores sociales. Conforman experiencias que en base a la construcción colectiva democratizan la palabra, porque creen -creemos- en la comunicación como herramienta de transformación social en un proceso de construcción colectiva.

Muchos de los temas y problemáticas que no toman los medios comerciales son abordadas por estas revistas. A partir de ellas podemos dar cuenta de procesos de lucha de otros grupos que quieren ser escuchados, en un contexto caracterizado por la existencia de sectores privilegiados que detentan el poder político, económico y cultural.

Pensar en una nueva forma de comunicación es elegir libre y creativamente desde qué lugar hablar, sobre qué y con quiénes. De esta manera se construye la identidad, entendiéndola como un modo de definirse y constituirse, pero siempre con la mirada puesta en el otro, ya que nada bueno se construye desde la individualidad.

Abrir el debate con esta ley significa poner en discusión que otra comunicación es posible, la que va por los bordes, por la orilla, buscando nuevas formas de comunicar -y no de informar-  promoviendo una revisión de lo naturalizado por la cultura dominante. Otra forma de hacer comunicación que planta la bandera de la independencia y la autogestión como forma de construcción colectiva y donde la comunicación comienza a ser genuina. (OTRO VIENTO)