viernes, abril 19, 2024

Opinión

OPINIÓN: ¡Todos somos perros, Señora Presidenta!

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Por Juan C. Sánchez Arnau

Acabo de leer en los diarios de esta mañana una frase que Ud. habría dedicado a sus opositores, es decir a los argentinos que no opinan como Ud., una frase «cristinesca» según su propia definición: «Ladran, Sancho, señal que son perros».

Como argentino que no comparte su visión acerca de los méritos de su gobierno, me siento alcanzado e incluido en la categoría de los que, en lugar de opinar, ladran, y por lo tanto, son perros. Obviamente, la suya no ha sido, de ser cierta, una frase feliz.

Quizás desde aquel grito terrible de «Muerte a los salvajes unitarios» ningún Jefe de Estado argentino, más allá de lo que hubieran sido sus actos, había hablado así de sus propios conciudadanos.

¡Qué contraste, Sra. Presidenta, con las actitudes y las palabras de sus vecinos! ¿No ha escuchado Ud. el discurso del ex Presidente Frei, felicitando a su adversario el futuro Presidente Piñera, de Chile? ¿No ha escuchado al ex Presidente Lacalle, saludando el triunfo de su adversario José Mujica y diciéndole, «de aquí en más Ud. es mi Presidente»?

¿Imagina Ud. a la Presidenta Bachelet o al Presidente Lula, tratando de perros a sus adversarios políticos? ¿No comprende Ud. que al tratar así a sus adversarios, justificaría que cualquiera que no estuviera de acuerdo con sus opiniones la trate de «perra», «gata» o «cebra»?

Algo que ningún argentino debería permitir porque sería una afrenta a la figura institucional más importante del país, aquella a la que todos debemos respetar porque debe estar por encima de todos nosotros.

Alguien que, a su vez, debe tratar a todos los argentinos por igual, sin distinciones de banderas políticas o ideológicas, porque fue elegida para gobernar para todos y en nombre de todos los argentinos.

Quizás esta noción le sea ajena, o quizás esté muy ofuscada por las sucesivas derrotas electorales y judiciales y por la enfermedad de su marido. Pero comprenda, Señora, que así va a quedarse cada vez más sola, acompañada solamente por aquellos que necesitan de Ud. y de su esposo para sobrevivir políticamente en un país cuyos ciudadanos ya dejaron de creer en Ud. y en sus discursos.

Por eso, sus tristes palabras de ayer no han tenido mayor repercusión: fueron tomadas como un exabrupto más, otro desliz verbal de aquellos a los que nos tienen acostumbrados, Ud., su esposo y su Jefe de Gabinete.

En todo caso, Señora, gracias por haberme tratado de «perro», no me molesta ser comprado con tan noble animal. Mal me habría sentido, en cambio, si me hubiera tratado de «cerdo», ese sucio animal que parece animar -según sus propios dichos- sus fantasías eróticas. Cálmese Señora, comprendemos que está Ud. viviendo tiempos difíciles y que su futuro, como el de todos nosotros, los argentinos, no es brillante. Pero ¡cálmese, por favor! Que todos queremos que termine su mandato en paz. No siga así, que cuando los perros son muchos y están hambrientos, se juntan en jauría y pueden devorar a cualquiera.